Guarda griega

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sábado, 25 de enero de 2014

Odiseo y Circe, la maga

Después que Odiseo, procedente de Troya, y de regreso a Ítaca, perdió todas sus naves salvo la suya propia, se dirigió a la isla de Ea, en Italia, donde vivía Circe. Era hija de Helio y Perseis, hermana del rey de Cólquide, donde se hallaba el vellocino de oro, y por lo tanto tía de Medea. También era hermana de Pasífae, la esposa de Minos que dio a luz al Minotauro. Circe era una maga que no sentía gran aprecio por la humanidad. 


Odiseo desembarcó y encontró que Ea tenía muchos robles y otros árboles de distinta clase. Envió a Euríloco con la mitad de sus compañeros a reconocer el terreno. En el camino encontraron leones y lobos, que sin embargo no los atacaron sino, por el contrario, se portaron con ellos como perros mansos que se sientan y aceptan las caricias de las personas. Continuaron y llegaron a un gran palacio donde Circe estaba cantando y tejiendo. Los recibió amablemente y los invitó a comer. Trajeron las viandas y el vino. La comida estaba hecha sobre la base de queso, cebada y miel, y los hombros se sentaron a la mesa. Sólo Euríloco se quedó fuera, observando lo que sucedía en el palacio, temeroso de alguna treta. Efectivamente la comida estaba drogada y después de que los hombres comieran un poco, Circe fue recorriendo la mesa con una varita y a medida que tocaba a cada quien con ella lo convertía en un animal que reflejaba en un sentido profundo su naturaleza. Cerdos, leones, perros. Euríloco fue llorando a contarle a su jefe lo sucedido. Odiseo no sabía qué hacer. Iba de aquí para allá preguntándose cómo haría para liberar a sus hombres y devolverles su forma originaria, cuando se le apareció el dios Hermes, que después de saludarlo le ofreció una flor aromática de color blanco y raíz negra llamada moly, planta que sólo conocían los dioses, y que era un antídoto contra la magia de Circe. Odiseo agradeció el regalo y marchó al palacio. Circe lo recibió amablemente y le ofreció de beber. El bebió, pero antes puso un poco de moly en la copa. Circe hizo igual que antes. Se acercó a Odiseo, lo tocó con su varita y le ordenó que se fuera a reunir con sus compañeros. Pero la magia no le hizo efecto. Odiseo se levantó con la espada desenvainada y Circe le imploró perdón llorando y le prometió que si la perdonaba lo haría su esposo convirtiéndolo así en el señor de la isla.  Odiseo le hizo jurar entonces que no trataría de hacerle mal por ningún medio, porque sabía que las hechiceras podían destruir a sus amantes extrayéndoles secretamente la sangre. Después de un baño caliente y de una verdadera comida, que sirvió una criada anciana, Circe lo invitó a su cama, pero Odiseo puso como condición que antes devolviera su forma no sólo a sus compañeros, sino a todos los desdichados que vagaban por la isla y habían sido víctimas de su magia, lo que Circe le concedió. Odiseo se quedó entonces en Ea, con Circe, por voluntad propia. Se quedó según unos un mes, según otros un año, y Circe le dio tres hijos: Agrio, Latino y Telégono.

Fuentes: 
Robert Graves: Los mitos griegos
Pierre Grimal: Diccionario de mitología griega y romana



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