Guarda griega

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viernes, 28 de febrero de 2014

Curiosidades del viaje de Jasón a Cólquide para llevarse ( robar) el vellocino de oro.

Cerca de una isla dedicada al dios de la guerra Ares, Jasón y los argonautas pasaron por debajo de una bandada de aves que dejaban caer plumas de bronce. Estas aves ya habían aparecido durante el ciclo de los doce trabajos de Heracles. Las plumas llegaron a herir en el hombro al argonauta Oileo. Entonces, recordando un consejo que les había dado Fineo, un rey ciego al que anteriormente habían visitado, los argonautas se pusieron sus yelmos y gritaron con todas sus fuerzas, y a continuación se dividieron en dos grupos; un grupo remaba y el otro protegía a los remeros con sus escudos mientras golpeaba sus escudos con sus espadas. Luego, cuando desembarcaron en la isla, encontraron a millares de aves, las ahuyentaron y no quedó una sola.

Para que Jasón consiguiera llevarse el vellocino de oro de Cólquide necesitaba ayuda. Afrodita se la proporcionó. Le pidió a su hijo Eros que flechara el corazón de Medea, hija del rey de Cólquide, para que se enamorara de él. Para que la obedecieran, Afrodita le ofreció a Eros un juguete que Zeus había tenido en la infancia. Un pelota de oro con aros azules esmaltados, que cuando era lanzada dejaba en el aire una estela como las estrellas fugaces dejan en el cielo.

Cuando Jasón y los argonautas llegaron a Cólquide, marcharon a la ciudad de Ea, donde vivía el rey Eetes, por el cementerio, que se halla sobre una ribera. Allí encontraron cadáveres de hombres envueltos en cueros de buey sin curtir expuestos en las copas de los sauces para que los devoraran las aves, porque los colcos (nativos de Cólquide) sólo entierran los cadáveres de las mujeres.

Uno de los pueblos de la zona que no había sometido Eetes, rey de Cólquide, eran los saurómatas. Según las fuentes que utiliza Robert Graves eran descendientes de amazonas capturadas por Heracles durante los doce trabajos, que habían matado a sus guardianes y escapado. Respecto de este pueblo Graves cita a Herodoto para sostener que mantenían las comtumbres amazónicas, entre ellas la que obligaba a las muchachas, antes de tomar marido, a haber matado a un hombre en combate.

Fuentes:
Robert Graves, Los mitos griegos



miércoles, 26 de febrero de 2014

Los argonautas y sus amantes; las mujeres de la isla de Lemnos



Rumbo a Cólquide, en busca del vellocino de oro, Jasón y los argonautas, abordo de la nave Argos, llegaron a la isla de Lemnos. Fue su primera escala. Allí recientemente había tenido lugar una gran matanza.

Cerca de un año antes los hombres  de Lemnos se habían peleado con sus mujeres. Ellas, por no haber homenajeado a Afrodita como debían, habían sido condenadas por la diosa a despedir un olor espantoso. Ante esa circunstancia los maridos las habían dejado, tomando por compañeras a muchachas cautivas y a extranjeras. La respuesta de las esposas abandonadas había sido asesinar a todos los hombres, sin distinguir si se trataba de jóvenes o viejos, ni de posición social. Incluso tal vez ni siquiera del estado civil de la víctima. Sólo Hipsípila había salvado en secreto la vida de su padre, el rey de Lemnos, llamado Toante, embarcándolo sin que nadie lo supiera en un cofre sin remos que fue a la deriva. Por tratarse de la hija del rey, las mujeres de Lemnos eligieron a Hipsípila su reina.

 Cuando llegaron los argonautas las mujeres de Lemnos creyeron que se trataba de un barco enemigo proveniente de Tracia y fueron a pelear completamente armadas. Pero enseguida quedó aclarado el malentendido. Las mujeres entonces deliberaron qué hacer. Hipsípila propuso darle a los argoanutas provisiones, pero prohibirles entrar en la ciudad de Mirina para que no descubrieran los asesinatos cometidos, pero Polixo, una anciana que había sido su nodriza, les dijo que debían pensar en el futuro. Que en no mucho tiempo el pueblo de Lemnos se extinguiría si no había hombres. Además los argonautas eran héroes destacados. Les propuso ofrecerse amorosamente a los argonautas para gozar de su protección y tener hijos. Y la asamblea votó a favor de esa última alternativa. Así los argonautas entraron en Mirina. Hipsípila no se animó a contarle a Jasón lo sucedido. Le dijo en cambio que en la ciudad no había hombres porque sus maridos las maltrataban continuamente, ellas se habían levantado en armas y los habían obligado a emigrar. Hipsípila le ofreció el trono de Lemnos a Jasón si él decidía quedarse, pero Jasón le explicó que su prioridad en ese momento era apoderarse del vellocino de oro. De todos modos los argonautas, luego de la larga navegación, al encontrar a numerosas mujeres jóvenes que querían acostarse con ellos decidieron posponer su misión. Hipsípila eligió de compañero a Jasón, con el que tuvo dos hijos: Euneo y Nebrófono. Los otros argonautas también tuvieron muchos hijos con las mujeres lemnias. Así se demoró el viaje de los argonautas. La tripulación no quería irse, pero Jasón golpeó con su mazo las puertas de todas las casas donde se alojaban, los convocó y partieron.  

Después las mujeres de Lemnos supieron que Hipsípila había perdonado la vida a su padre, que ahora reinaba entre los taurios, y la vendieron como esclava al rey Licurgo de Nemea. Aunque según otros autores la quisieron matar, Hpsípila escapó, pero fue capturada por piratas, que la vendieron como esclava a Licurgo.

Cuando tuvo la edad necesaria, Euneo, hijo de Hipsípila y Jasón, se convirtió en rey de Lemnos, entonces purificó la isla. Cada año, durante nueve días, mantenían apagado el fuego de todas las cocinas y fogatas. En ese tiempo hacían ofrendas a los muertos. Al décimo día se recibía nuevo fuego en barco proveniente del altar de Apolo de la isla de Delos. Se diría que el fuego apagado representa a los maridos muertos, y el fuego que llega en barco a los argonautas, que renuevan el ciclo de la vida.

De cómo fue que el mal olor de las mujeres Lemnias cesó, para que quisieran acostarse con ellas los argonautas, ni Robert Graves, ni Pierre Grimal dicen nada. Tal vez fue un castigo pasajero de la diosa Afrodita, tal vez realizaron los sacrificios requeridos, tal vez, después de tantos días de navegación, en un barco que tenía a bordo solo hombres, los argonautas no reparaban en esas cosas.

Fuentes:
Robert Graves, Los mitos griegos
Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana


martes, 25 de febrero de 2014

La diosa Deméter y el castigo de Erisictón

Según Robert Graves, Deméter, la diosa de la fecundidad de la tierra o de la tierra cultivada, y entre todos los cultivos especialmente del trigo, no era proclive a los castigos ni a las venganzas. Era un ser amable, pero esa norma general tuvo alguna excepción.

El pueblo de los pelasgos (pueblos anteriores a la llegada de los helenos a Grecia) había plantado en Dotio un bosque en honor a Deméter, y cuando el bosque ya había crecido, una vez llegó Erisictón con veinte criados y se pusieron a talar árboles sagrados. Querían la madera para hacer una sala de banquetes. Deméter se les acercó disfrazada de Nícipe, sacerdotisa del bosque, y le explicó amablemente a Erisictón la naturaleza de ese bosque pidiéndole que por favor dejaran de talarlo. Pero Erisictón la amenazó con el hacha. Entonces Deméter furiosa hasta lo indescriptible le recomendó que continuara talando árboles, porque necesitaría realmente una sala de banquetes. Y efectivamente, Erisictón a partir de ese momento no paraba de comer. Comía sin medida y sin descanso, y por más que comiera la comida no saciaba su hambre. Además con la comida adelgazaba. Así se comió todo su ganado, sus caballos, sus mulas. Finalmente se comió el gato. Cuando no le quedó más nada, cuando su hacienda quedó reducida a cero debido a su apetito insaciable, debió mendigar por las calles y comer de la basura.

Según cuenta Robin Hard llegó a vender a su hija Mestra como esclava para conseguir dinero para comer. Mestra era o había sido amante de Poseidón y el dios la transformaba en un ser distinto cada vez que ella se lo pedía. Así, la primera vez que Erisictón la vendió, Mestra se escapó de su dueño convertida en pescador, y las siguientes veces que fue vendida, escapó transformada en distintos animales.

Fuentes:
Robin Hard, El gran libro de la mitología griega

Robert Graves, Los mitos griegos




lunes, 24 de febrero de 2014

Hades rapta a Perséfone. Su madre Deméter va en su búsqueda.

Deméter, la diosa de la tierra cultivada, principalmente diosa del trigo, tuvo una hija con Zeus llamada Perséfone. De niña Perséfone vivió en compañía de las ninfas y las otras hijas de Zeus: Atenea y Ártemis. Vivía así, sin pensar mucho en el matrimonio, cuando su tío Hades, el dios del mundo de los muertos, la vio y se enamoró de ella. Le pidió a Zeus su mano para casarse, y Zeus se sintió entre la espada y la pared. No quería negarle a su hermano mayor la petición, pero tampoco quería enemistarse con su hermana Deméter, madre de Perséfone, porque sabía que no aceptaría que su hija pasara la vida en el mundo de los muertos. Entonces Zeus le dijo a Hades que no podía dar el consentimiento para ese matrimonio, pero tampoco desautorizarlo. Esto convenció a Hades de que podía raptar a Perséfone, y así lo hizo. En general se da como lugar del rapto la pradera de Enna, en Sicilia, aunque también se mencionan otros lugares, entre ellos Arcadia, al pie del monte Cileno, donde se hallaba una entrada a los infiernos. Mientras Perséfone recogía un narciso o un lirio del suelo, se abrió la tierra, apareció Hades y se la llevó.  Al ser arrastrada por Hades al mundo de los muertos Perséfone dio un grito.

Deméter buscó a su hija durante nueve días y nueve noches. La buscó en ese tiempo a través de todo el mundo conocido. La buscó con total entrega, sin comer ni beber, sin bañarse ni cambiarse de vestido. Al décimo día encontró a Hécate, que había escuchado el grito de Perséfone, pero no había podido identificar al raptor porque las sombras enmascaraban su cara. Ambas fueron entonces a ver a Helio, el sol, que todo lo ve desde su carro en el que cruza los cielos. El les reveló que había sido Hades quien había raptado a Perséfone con la complicidad de Zeus.

Enojada Deméter, decidió no volver al Olimpo. Para no ser reconocida, se transformó en una vieja y se fue a Eleusis, cerca de Atenas. Se sentó en una piedra que a partir de entonces tomó el nombre de "piedra sin alegría". Marchó al palacio del rey Céleo y su esposa Metanira. El matrimonio tenía cinco hijos, uno recién nacido llamado Demofonte. Allí  Deméter fue tomada como nodriza de Demofonte. Para agradecer la hospitalidad recibida decidió  otorgar a Demofonte la inmortalidad. Mientras estaba quemando la parte mortal del niño, Metanira, sin saber qué pasaba en la habitación donde el niño estaba con su nodriza, entró  inesperadamente interrumpiendo así el hechizo y ocasionando la muerte de su hijo (1). Entonces la diosa dejó de lado su disfraz y recuperó su forma originaria.

Robert Graves cuenta que uno de los hijos de Céleo y Metanira llamado Euboleo, que se dedicaba a cuidar cerdos (2) contó que una vez, mientras los animales pacían, de pronto se había abierto la tierra y se había tragado a los cerdos (3). Acto seguido Euboleo había escuchado el fuerte golpeteo de los cascos de unos caballos negros que tiraban de un carro, que entró en esa grieta y desapareció. En el carro viajaba un hombre cuyo rostro era invisible, que sujetaba con su brazo derecho a una muchacha que gritaba.

Mientras Deméter permaneció en Eleusis, con Céleo, Metanira y sus hijos, interrumpió la función que cumplía en la tierra, que permitía el crecimiento de las hierbas y el crecimiento y maduración de los frutos de los árboles, colocando así a la humanidad en peligro de extinción y rompiendo el orden natural. Zeus le envió a Deméter una mensajera tratando de reconciliarse con ella, y como su iniciativa no tuvo efecto, envió a una delegación de dioses del Olimpo con regalos para que Deméter depusiera su actitud. Ella no cedió y los campos y bosques continuaron sin producir hierba ni frutos. Entonces Zeus envió a Hermes al mundo subterráneo, para pedirle a Hades que la devolviera, que no tenían alternativa. Pero eso no fue posible porque Perséfone había quebrantado el ayuno que había mantenido todo el tiempo que había estado en el infierno, cuando comió un grano de granada, y estaba establecido que quien comiera "la comida de los muertos", ya no podría volver al mundo de los vivos.

Un subordinado de Hades llamado Ascálafo la vio comerlo y le avisó a su señor, asegurándole que él daría testimonio de lo que había visto cuando fuera necesario. Deméter lo castigó por chismoso arrojándolo a un pozo sobre el que colocó una roca muy pesada, donde Ascálafo estuvo hasta que Heracles bajó a los infiernos y lo liberó, pero entonces quedó convertido en lechuza.

Finalmente Zeus logró un acuerdo y una solución. Perséfone pasaría parte del año con su madre, en el mundo terrestre, y parte del tiempo con Hades, en el mundo de los muertos. La proporción varía según los autores. Entre tres y seis meses en el mundo terrestre. Deméter depuso su actitud y volvió al Olimpo. La naturaleza volvió a ser fecunda. Pero el rapto de Perséfone y su permanencia en el infierno una parte del año  no fueron inocuos para el mundo. Cuando Perséfone deja el infierno para reunirse con su madre en la tierra germinan los tallos y se inicia la primavera, y cuando permanece alejada de su madre como la reina del infierno, la tierra es estéril y estamos en invierno.

Antes de volver al Olimpo, Deméter instituyó su culto y los misterios eleusinos (de Eleusis)  nombrando como sus sacerdotes a Céleo, dos de sus hijos y al rey de Feras. A Triptólemo, hijo mayor de Céleo, además le dio grano para sembrar, un arado y un carro tirado por serpientes aladas y lo envió por el mundo a enseñar a los hombres la agricultura y a sembrar granos de trigo por doquier. Existen algunas historias de Triptólemo y lo que le sucedió mientras cumplía esa misión.

Según Robin Hard, Perséfone es un ser ambivalente, diosa de los muertos y simultáneamente hija de la diosa de la fecundidad de la tierra. Aunque en los dos casos, agrego yo, es una diosa vinculada con lo que se cultiva y se entierra.

"Deméter, diosa de la agricultura". Ilustración de Omar Caíno

Notas del autor del blog:

(1) Deméter sufre mucho por la pérdida de su hija, pero no demuestra gran compasión por el sufrimiento de Metanira debido a la muerte de Demofonte.

(2) Los reyes griegos de aquella época y sus hijos, los príncipes, araban la tierra, cuidaban el ganado, se ocupaban de sus cerdos.

(3) Que la grieta abierta en la tierra se trague a los cerdos recuerda la piara del Nuevo Testamento que se lanza al mar.  


Fuentes:

Robert Graves, Los mitos griegos
Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana
Robin Hard, El gran libro de la mitología griega




sábado, 22 de febrero de 2014

Prometeo, benefactor de la humanidad. Pandora, la primera mujer.

Prometeo era primo de Zeus. Su padre fue el titán Jápeto y su madre Clímene, hija de Océano. Tuvo tres hermanos: Atlante, Menecio y Epimeteo.

Según cuentan algunas fuentes Prometeo creó a los hombres moldeándolos (supuestamente no a las mujeres) con arcilla. Esto explicaría su continuo compromiso en favor de los mortales.

Durante la guerra entre los titanes y los dioses del Olimpo, llamada Titanomaquia, previendo el triunfo de Zeus (Prometeo tenía el don profético) se puso del lado de los olímpicos, y convenció a su hermano Epimeteo de que hiciera lo mismo, evitando así el castigo que sufrieron sus otros dos hermanos, que se alinearon con los titanes.

Atenea le enseñó muchas artes y ciencias. Astronomía, matemáticas, arquitectura, navegación, metalurgia, medicina, etc. y él a su vez le transfirió esos conocimientos a los hombres, ganándose la enemistad con Zeus, que no veía eso con buenos ojos.

Cuando aún no se había establecido qué partes de un toro sacrificado correspondía a los mortales y qué parte a los dioses, y a raíz de una discusión al respecto, Prometeo preparó dos sacos con el cuero de un toro, en uno metió adentro la carne y las entrañas del animal y lo recubrió con el estómago, que es la parte menos apetecible. En el otro saco puso los huesos y los recubrió con la grasa. Le dio a elegir a Zeus cuál de los dos sacos prefería. Y Zeus eligió imprudentemente el que tenía arriba la grasa. Al descubrir que debajo había solo huesos (a partir de ese momento los huesos y la grasa fueron las partes de los animales sacrificados ofrecidas a los dioses), castigó a  Prometeo negándose a enviar nunca más el fuego a los hombres (uno de los atributos de Zeus es el rayo) para que los hombres tuvieran que comer la carne cruda. Entonces Prometeo rogó a Atenea que lo dejara entrar al Olimpo, y allí robó el fuego negado, se dice que tomando un trozo de carbón al rojo del carro tirado por caballos en el que diariamente viaja Helio, el sol, o de la fragua de Hefesto.  Al saberlo Zeus castigó a los hombres enviándoles a Pandora, y a Prometeo encadenándolo al Cáucaso.

Pandora fue la primera mujer. En su creación participaron todos los dioses. Fue obsequiada a los hombres como un castigo. Hefesto, por orden de Zeus, la modeló a partir del barro, los cuatro vientos le dieron vida, y el resto de los dioses la embellecieron y adornaron. Fue hecha hermosa, graciosa, con gran habilidad manual y poder de persuasión, y Hermes puso en su corazón la astucia y el engaño. Fue enviada al mundo para provocar la discordia entre los hombres. Zeus se la regaló a Epimeteo, el hermano tonto de Prometeo, y aunque este le había advertido que no aceptara regalos de Zeus, Epimeteo la hizo su mujer. Entonces existía una caja cerrada que contenía todos los males. La vida hasta ese momento era dulce y benigna. La curiosidad de Pandora la llevó a retirar la tapa para saber qué contenía, y los males quedaron libres por el mundo atormentando a la humanidad.

En castigo al robo del fuego Zeus también sujetó a Prometeo a una gran roca en el Cáucaso con cadenas de acero, y envió a un águila a devorarle el hígado. El águila le devoraba el hígado de día, en tanto que de noche a Prometeo le volvía a crecer, de modo que su tormento no tenía fin. Zeus prometió que jamás desataría a Prometeo de esa roca, pero cuando Heracles pasó por el Cáucaso para cumplir uno de los doce trabajos que debía cumplir para Euristeo, encontró a Prometeo y atravesó con su flecha al águila. Zeus no se opuso a la liberación de Prometeo, pero para que su juramento no quedara en vano, mandó a Prometeo hacerse un anillo con un trozo de la cadena que lo había sujetado a la roca, y un fragmento de esta, que debería llevar siempre en su dedo. Prometeo a su vez ayudó a Heracles a cumplir con el trabajo que le había encomendado Euristeo diciéndole cómo podía robar las manzanas de oro de las Hespérides.

El centauro Quirón era inmortal, pero había sido herido por una flecha y sufría intensos dolores sin contar con la perspectiva del alivio que trae la muerte. Necesitaba de algún mortal que aceptara su don de la inmortalidad para poder dejar de sufrir. Prometeo acordó aliviarlo convirtiéndose en inmortal y Zeus aceptó. Zeus debía agradecerle a Prometeo la advertencia acerca de que si alguna vez tenía un hijo con Tetis, este sería más poderoso que él y lo destronaría.


Prometeo, que como ya se dijo gozaba del don profético, le explicó a su hijo Deucalión cómo debía salvarse del diluvio que descargaría Zeus sobre la Tierra para exterminar a los humanos. Un nuevo acto de su parte en favor de los mortales.



Ilustración: "Quirón al galope". Acrílico en papel de 50 x 35 centímetros. Por Omar Caíno


Fuentes: 
Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana
Robert Graves: Los mitos griegos
Robin Hard: El gran libro de la mitología griega



domingo, 2 de febrero de 2014

Teseo y la amazona Antíope

Según unas versión Teseo luchó contra las amazonas cuando Heracles encabezó una expedición a sus tierras en busca del cinturón de su reina Hipólita, en el marco de los doce trabajos que debió cumplir para Euristeo, para purificar el asesinato de sus hijos. Pero otros dicen que Teseo fue después, acompañado por su amigo Pirítoo y otros más. Las amazonas se sintieron encantadas de la visita y su reina Antíope fue a llevarle regalos a su barco. Entonces, cuando Antíope ya estaba abordo, Teseo ordenó súbitamente que zarparan y la raptó.

Oritía, la hermana de Antíope, enfurecida, prometió vengarse. Hizo un pacto con los escitas, reunión un gran ejército de amazonas y se dirigió a Atenas. Cruzaron el estrecho del Bósforo, el Danubio, Tracia, Tesalia y Beocia. Acamparon en el Areópago de Atenas y se se aseguraron de que la ciudad no recibiera ayuda del Peloponeso a través del istmo de Corinto.

Pasaron algunos días antes de que las dos fuerzas se enfrentaran. En tanto Teseo ofreció sacrificios a Fobos, hijo de Ares, por consejo de un oráculo. Se dice que el ala derecha del ejército de Teseo atacó el ala izquierda de las fuerzas de las amazonas pero fue rechazada y tuvo que retroceder, pero el ala izquierda del ejército de Teseo atacó con éxito el ala derecha de las amazonas, que tuvo que replegarse sufriendo muchas bajas.

Según una versión, Antíope, transformada ahora en esposa de Teseo, luchó heroicamente al lado de él, hasta que una flecha lanzada por una tal Molpadia, la mató. Teseo en venganza por su muerte, mató a Molpadia. Antíope y Molpadia fueron enterradas cerca del templo de Gea, la madre tierra.

Vencida, se dice que Oritía con unas cuantas compañeras huyó a Megara, donde murió de pena. Y que otras amazonas sobrevivientes, que huyeron de Atenas, se asentaron en Escitia. 

Según otra versión sólo al cabo de cuatro meses de haber librado un intenso combate, los atenienses acordaron un armisticio con las amazonas.

Pero hay autores que sostienen que Antíope sobrevivió a la batalla y que Teseo debió matarla, tal como había anticipado un oráculo, cuando necesitó hacerse aliado de Deucalión, rey de Creta, y casarse con la hermana de este, Fedra. Antíope no era la esposa legal de Teseo, y entró en el banquete nupcial de este y Fedra totalmente armada, amenazando con matar a los invitados. Entonces Teseo y sus compañeros cerraron las puertas de la estancia y al cabo de un horrendo combate la mataron, a pesar de que Antíope le había dado un hijo, Hipólito, y que jamás se había acostado con ningún otro hombre.


Fuentes:
Robert Graves, Los mitos griegos.