En la fiesta de casamiento de Peleo y Tetis, Éride, la diosa de la discordia, lanzó una manzana
de oro. Tenía la inscripción: "Para la más bella". Zeus no quiso
decidir cuál de las tres diosas la merecía: si Atenea, Hera o Afrodita. Mandó a
Hermes y a las tres aspirantes a la manzana, al monte Ida, donde se encontraba
Paris, hijo de Príamo, para que el joven decidiese.
Años antes,
cuando Hécuba, la segunda esposa de Príamo, estaba embarazada de Paris, a poco
de que naciera tuvo un extraño sueño. De un pedazo de carbón salían serpientes
de fuego retorciéndose. Hécuba despertó gritando que Troya y los bosques del monte Ida eran
abrasados por un incendio. Entonces Ésaco, hijo de Príamo y de su primer mujer
Arisbe, que sabía interpretar los sueños, aconsejó matar al niño en camino,
porque sería la ruina de Troya. Príamo y Hécuba no tuvieron el coraje de
matarlo personalmente, pero le encargaron a Agelao, el jefe de sus pastores,
que lo hiciera. Agelao tampoco tuvo coraje para asesinarlo y lo abandonó (lo
expuso) en el monte Ida. Allí lo amamantó una osa y al quinto día, al
encontrarlo vivo lo adoptó. Lo crió como pastor y cuidador de ganado. A Príamo le
llevó una lengua de perro como prueba de haber cumplido su orden.
Así, el joven Paris se crió en el campo. Una de sus diversiones favoritas era enfrentar a los toros de Agelao. Al
vencedor lo coronaba con una guirnalda de flores, y el que perdía recibía una
de paja. Un toro de Agelao comenzó a ganar sistemáticamente todos esos
enfrentamientos, y Paris lo hizo medirse con los toros de sus vecinos, saliendo
siempre vencedor. Entonces el dios Ares, como una broma, se transformó en toro
y lo venció. Paris había prometido que el toro vencedor recibiría una corona de oro, y cumplió sin dudarlo con su promesa. Se dice que los dioses del Olimpo se
sintieron complacidos por su integridad y así Zeus le envió a Hermes y a las tres
diosas para que resolviera la disputa creada por la manzana de Éride.
Cuando
Hermes se le apareció con las tres diosas para que dijera cuál era la más
hermosa, Paris no sabía que era hijo de Príamo y pertenecía a la familia real
de Troya. Al principio se excusó de tomar esa decisión. Dijo que dividiría
la manzana en tres. Pero Hermes le recordó que debía cumplir con la voluntad de
Zeus. Entonces pidió que las perdedoras no tomaran represalias con él, que era un simple pastor, alguien de mérito muy inferior a la decisión que se le estaba exigiendo. Las diosas se lo prometieron. Preguntó si antes de decidir quién era la más bella podría verlas desnudas y Hermes pidió a
las diosas que se quitaran la ropa.
Se desnudó
primero Hera, que mientras exhibía su hermosura, que pidió examinara
concienzudamente, le prometió que si la declaraba ganadora lo haría señor de
toda Asia y el mortal más rico del mundo. Paris dijo que no se dejaría
sobornar. Luego se desnudó Atenea, que le prometió que si ella era la elegida,
convertiría a Paris en el hombre más bello y sabio del mundo, y le haría ganar todas sus batallas. Paris también rechazó ese soborno. A continuación se
desnudó Afrodita, que mientras la examinaba le dijo que Paris estaba
desperdiciando su tiempo en el campo, cuidando animales, cuando debería vivir en una ciudad y disfrutar de la vida, y que si él quisiera podría aspirar hasta a Helena de
Esparta, esposa de Menelao. Una mujer tan hermosa como ella misma, y no menos
apasionada. Afrodita prometió que con su ayuda, y la de su hijo Eros (Cupido
para los romanos), Helena podría ser de Paris. Entonces Paris eligió a Afrodita
como la más bella de las tres, merecedora de la manzana de Éride.
La decisión
provocó, por supuesto, el rencor de Hera y Atenea, que se retiraron tomadas del brazo, murmurando acerca de cómo conseguirían la destrucción de Troya.
Fuente:
Robert Graves, Los mitos griegos
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