Cuando Zeus
decidió destruir a la humanidad por considerarla una especie viciosa y malvada,
envió un diluvio que cubrió la tierra. Sólo protegió a dos personas justas, a Deucalión, rey de Ptía, hijo de Prometeo y de Clímene, y a Pirra, hija de
Epimeteo y Pandora. Deucalión y Pirra,
aparte de ser marido y mujer eran primos. Deucalión fue a visitar a su padre
Prometeo, que se hallaba encadenado en el Cáucaso, y este le aconsejó que
construyese un arca, o sea un gran cofre donde él y Pirra pudieran preservarse del
cataclismo. La construyeron y aprovisionaron bien. Según una
versión en un primer momento Zeus había
planeado destruir la humanidad arrojando rayos a todas partes, pero temió que el fuego llegara al cielo. Cuando
empezó a llover, los ríos crecieron, alimentaron el mar que subió de nivel y
sumergió casi toda la tierra, salvo los picos de unas pocas montañas. Durante
nueve días y nueve noches Deucalión y Pirra flotaron en el arca, a la deriva. Cuentan que en ese tiempo los delfines recorrían los bosques sumergidos y que los pájaros, no teniendo donde posarse, caían al agua extenuados y se ahogaban. Deucalión supo que el dilivio había terminado y las aguas retrocedían gracias a una paloma que soltó. El arca fue a
parar al monte Parnaso, y cuando las aguas lo permitieron sus dos ocupantes volvieron a tierra. Ofrecieron un sacrificio a Zeus, y Zeus les
envió a Hermes para anunciarles que podían pedirle un deseo, que les sería
concedido. Deucalión pidió tener otra vez compañeros. Hermes les hizo saber
que para realizar ese deseo debían arrojar los huesos de su madre por encima de
sus hombros. Tanto la madre de Deucalión como la de Pirra ya habían fallecido.
A Pirra le pareció un sacrilegio eso que le decían, pero Deucalión comprendió
que por "huesos de su madre" Hermes quería significar piedras, porque
la tierra es la gran madre de todos y las piedras son sus huesos. Entonces fueron a
buscar piedras a la orilla del río e hicieron como se les había dicho. Las
piedras que arrojó Deucalión se convirtieron en hombres y las que arrojó Pirra
en mujeres.
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