Después que
Teseo, Rey de Atenas, y su gran amigo Pirítoo, gobernante de los magnetes, enviudaron,
en el lugar donde estaba el santuario de Serapis, en Atenas, hicieron un
solemne juramento. Dado que Teseo era
hijo del dios Poseidón y Pirítoo era hijo de Zeus, o sea ambos tenían como padres a los dioses más ilustres, prometieron que no se casarían con mujeres
que no fueran hijas de dioses. Y que cada uno ayudaría al otro a conseguir esa
clase de esposa no importaban los riesgos que debiera correr. Así Teseo marchó
con Pirítoo y un ejército rumbo a Lacedemonia, a raptar a Helena, hija de Zeus,
la que después se casaría con Menelao y desencadenaría la guerra de Troya.
Entonces Helena tenía doce años o menos. La sorprendieron mientras realizaba una danza ritual en el templo de Ártemis Ortia. La capturaron y de regreso se la
jugaron a los dados o un juego similar. La ganó Teseo, que no la llevó con él a Atenas, temiendo que sus súbditos
no aprobasen su acción porque los colocaba en riesgo de guerra, sino
que la dejó en el pueblo de Afidna encargando a su madre y a un amigo que la
cuidaran. Años después, cuando Helena ya tenía edad suficiente para
casarse con Teseo, Pirítoo le recordó el juramento realizado, y la obligación que Teseo tenía de ayudarlo
a conseguir esposa. Fueron a un oráculo de Zeus, que les propuso fueran al mundo subterráneo, donde moran los muertos. Allí se hallaba Perséfone,
la hija preferida de Zeus, hija también de la diosa Deméter, esposa de Hades, el rey del mundo de los muertos. Teseo trató
de persuadir a Pirítoo que no fueran allí, pero su amigo se empecinó. Entraron
por una caverna del laconio Ténaro, eludieron cruzar el Lete, una fuente de
agua del infierno. Al llegar al palacio de Hades, este los recibió amablemente.
Fingiendo hospitalidad les pidió que se sentaran. El asiento resultó ser la Silla
del Olvido. Rápidamente quedaron pegados a ella. Su carne se fundió con ella. No
se podían levantar sin desgarrarse. Allí estuvieron cuatro años, rodeados por
serpientes, mordidos por Cerbero, el perro guardián del infierno de cuatro
cabezas, azotados por las Furias, observados por Hades. Cuando llegó Heracles
(Hércules) con el propósito de cumplir uno de sus famosos doce trabajos (debía
atrapar a Cerbero), los reconoció cuando los dos sufrientes prisioneros pidieron
que los ayudaran. Heracles entonces habló con Perséfone, que le permitió
liberarlos. Arrancó a Teseo de la silla, quien dio un terrible alarido al ser
separado de parte de su carne. Se dice que por eso los atenienses tienen las caderas poco carnosas. Pero cuando quiso hacer lo mismo con
Pirítoo la tierra tembló, y Heracles decidió dejarlo allí, justificadamente por
otra parte, porque había sido el autor de la afrenta. Por supuesto no hay una única versión de esta historia, como de las otras relatadas aquí. Existen variantes.
Fuentes:
"Los mitos griegos". Robert Graves
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