Mientras
regresaba de España rumbo a Micenas, después de robar los bueyes del rey
Geriones, Heracles marchó por Italia, y después de cruzar el río Tíber a nado,
con el ganado nadando por delante de él, en Aventino, dejó a los animales
pastando y se echó a dormir en la
hierba. Por ese lugar vivía Caco, hijo de Hefestos y de Medusa. Un bandido enorme
y horrible, de tres cabezas que podían lanzar fuego por la boca. En el frente
de la cueva donde vivía había colgado los cráneos y brazos de sus víctimas, y
el suelo del interior de la cueva estaba tapizado de huesos. Aprovechando el
sueño de Heracles le robó dos de sus bueyes y cuatro novillos, aunque hubiera deseado llevarse todo el ganado. Se los llevó a
la cueva tirándolos del rabo, obligándolos así a avanzar marcha atrás, para que
pareciera que en lugar de entrar a la cueva habían salido de ella y Heracles no pudiera rastrearlos.
Cuando Heracles despertó se dio cuenta
enseguida del robo y buscó en vano las reses, y cuando ya había dado por
terminada la búsqueda, los bueyes robados mugieron desde la cueva al oír pasar a la
manada. Según otra versión Caca, la hermana de Caco, le contó a Heracles lo que
su hermano había hecho. La entrada de la
cueva de Caco estaba bloqueada por una inmensa roca. Aunque era muy pesada
según una versión Heracles la retiró como si fuera sólo un guijarro. Según otra versión subió al techo de la cueva, retiró de cuajo las peñas que lo formaban y entró a la cueva.
Se entabló la lucha y Heracles no se dejó amedrentar por las llamaradas que
lanzaban las bocas de Caco, a quien le aplastó con su maza todas las cabezas.
El rey Evandro le agradeció haber librado la zona del bandido. Luego, en acción de gracias, y ayudado por
Evandro, Heracles levantó un altar a Zeus y sacrificó en su honor uno de los
bueyes que había recuperado.
Fuentes:
Robert Graves, Los mitos griegos
Paul Grimal, Diccionario de mitología griega y romana
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