Guarda griega

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lunes, 23 de diciembre de 2013

Heracles, cortador de narices. La guerra contra Ergino



Entonces Heracles (Hércules para la mitología romana) tenía unos dieciocho años. De regreso a Tebas después de haber cazado al león de Citerón, se encontró en su camino con los emisarios del rey de Minia llamado Ergino que habían ido a recoger el tributo que la ciudad le debía. Tiempo atrás, durante el festival de Poseidón, en Onquesto, debido a un pequeño incidente, el tebano Perieres, auriga de Meneceo, había arrojado una piedra que había matado al rey Clímeno, padre de Ergino. Clímeno fue trasladado a la ciudad de Orcómeno, y antes de morir mandó a sus hijos que lo vengaran. Ergino reunió un ejército y atacó a Tebas, venciéndola completamente y matando a muchos tebanos. Como reparación por la muerte de su padre estableció entonces el pago de un tributo. Tebas debería entregar anualmente a los minios (o a Ergino) cien bueyes. El pago del tributo se extendría por veinte años. 
Cuando Heracles le preguntó a los emisarios de Ergino quiénes eran y qué iban a hacer a Tebas, le contestaron de mala manera que iban a recoger el tributo adeudado a su rey, que era un recordatorio de la clemencia de Ergino por no haber cortado en su momento la nariz, las orejas y las manos de todos los hombres de la ciudad. Entonces Heracles les cortó la nariz, las orejas y las manos a los emisarios, se las colgó del cuello por medio de cuerdas y les ordenó que llevaran esos "tributos" a su rey.  Cuando Ergino conoció el destino de sus emisarios exigió que le entregaran al autor del ultraje. Creonte, rey de Tebas, tal como habían quedado los tebanos sin armas después de la guerra perdida, y sin contar con ayuda de los pueblos vecinos, habría cedido a la exigencia, pero Heracles decidió dar batalla. Reunió a los jóvenes, los convenció de que Tebas debía ser libre otra vez, y los armó con las armas que habían sido ofrendadas en los distintos templos de la ciudad. La diosa Atenea, complacida por el coraje que Heracles demostraba, concedió las armas a Heracles y a sus seguidores. Heracles entrenó a sus tropas en el uso de las armas y asumió el mando. Consultó a un oráculo acerca de la victoria sobre Ergino y la respuesta fue que la obtendría si se suicidaba el tebano con mayor alcurnia. Antípeno no quiso sacrificarse en pos de la victoria de Tebas, pero lo hicieron dos de sus hijas: Androclea y Alcis, a las que a partir de ese momento se les rindió homenaje como heroínas. Poco después Ergino lanzó el ataque sobre Tebas. Heracles y sus tropas emboscaron a Ergino, y Heracles personalmente mató al rey de los minios. Ya a salvo de ataques, las tropas de Heracles atacaron Orcómeno, derribó las puertas de la ciudad y saquearon el palacio de Ergino. Como el fuerte del ejército de los mínios era la caballería, y dado que el río Cefiso atravesaba dos túneles rumbo al mar, Heracles obstruyó los túneles e inundó los campos. De ese modo libró la batalla donde podía pelear de igual a igual, en las montañas. En uno de los episodios de esta guerra Heracles atacó de noche a un campamento de minios. Antes se apoderó de los caballos de los carros que hizo atar a los árboles. Enseguido procedieron a matar a sus enmigos mientras dormían. Un templo de Tebas llamado "de Heracles atador de caballos" recuerda esta hazaña. En esta guerra murió Anfrtrión, padre mortal de Herácles (su padre divino era Zeus). Una vez que consiguió la victoria, impuso a los minios un tributo en favor de Tebas que equivalía al doble que esta les había pagado. A su regreso, como los dioses no castigaron a Heracles por haber mutilado a los heraldos de Ergino (por haber faltado a las leyes), los tebanos le dedicaron una estatua llamada "Heracles cortador de narices". El rey Creonte, como premio a sus acciones le concedió la mano de su hija mayor, Mégara.

Fuentes: 
Robert Graves, "Los mitos griegos".
Pierre Grimal, "Diccionario de mitología griega y romana".  

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