Belerofonte
era hijo del dios Poseidón, pero su padre humano era Glauco, que a su vez había sido hijo de Sísifo, y
su madre era Eurímede. Se cuenta que mató accidentalmente a un hombre, según algunas versiones su hermano, según otras alguien llamado Belero, lo que ofrece una etimilogía de su propio nombre. Huyó de Corinto y se refugió como
suplicante en Tirinto, donde gobernaba el rey Preto. Pero Antea, esposa de Preto, con sólo verlo se
enamoró de él. Como Belerofonte no aceptó sus
requerimientos, Antea le dijo a Preto que Belerofonte había tratado de
violarla. El rey no se atrevió a mandar matar a Belerofonte, pero lo despachó
con una carta a Yóbates, rey de Licia,
padre de Antea, donde le escribía que Belerofonte había tratado de violar
a su hija y le pedía que lo matase. Yóbates tampoco quiso usar con Belerofonte
la violencia. En cambio, después de agasajarlo en su palacio durante nueve días, le pidió que lo librara de un monstruo llamado Quimera. Un monstruo que lanzaba fuego por la boca y a quien se creía que no se podía vencer. Siguiendo aquí a a Homero, este tenía cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón, pero Robin Hard dice que en representaciones posteriores se lo muestra como un león con cola de serpiente, a quien le sale una cabeza de cabra del centro de su lomo. Quimera asolaba Licia atacando los rebaños. Yóbates calculaba que solo contra ese monstruo Belerofonte perecería, pero no fue así. Antes de entrar en acción Belerofonte consultó al adivino Poliido, que le aconsejó conseguir primero el caballo alado Pegaso, hijo de Medusa. Belerofonte no
encontró a Pegaso donde le había indicado el adivino, pero sí bebiendo agua en
la Acrópolis de Corinto. Logró dominarlo
y atacó a Quimera desde el cielo, montado en Pegaso, a la que mató con sus
flechas y metiéndole un pedazo de plomo en la boca, que se derritió con el
fuego que el monstruo lanzaba, y le abrasó las vísceras. Yóbates, en lugar de recompensar al joven por los servicios que le había prestado, lo
mandó entonces a pelear contra los sólimos, pueblo muy violento y agresivo vecino de
Licia, al que Belerofonte venció. Entonces Yóbates lo envió a pelear contra las Amazonas, a
las que masacró, siempre con la ayuda de Pegaso. Finalmente Yóbates ordenó a los
guardias del palacio que tendieran una emboscada y matasen a Belerofonte.
Pero Belerofonte suplicó a su padre Poseidón que inundase la llanura de Janto. Y Poseidón lo escuchó.
Así, a medida que Belerofonte avanzaba hacia el palacio de Yóbates, enormes
olas le seguían sin adelantársele. Como no atendía a las súplicas de los
asustados hombres de Janto, las mujeres jantias salieron a su encuentro levantándose las polleras
por encima de su cintura, para tratar de aplacarlo ofreciéndoseles. Y como
Belerofonte era un hombre pudoroso, al verlas en esa circunstancia se dio
vuelta y echó a correr, con lo que las olas también fueron retirándose.
Convencido de la falsedad de la acusación de que Belerofonte había sido objeto por su
yerno Preto, Yóbates le mostró la carta y le exigió que le contase la verdad, y al conocerla le pidió perdón
y en recompensa o reparación le dio la mano de su hija Filónoe, y
lo nombró su sucesor en el reino. Pasó
el tiempo, Belerofonte tuvo con la hija de Yóbates dos hijos, Isandro e Hipóloco, y una hija, Laodamia. Y en su momento más glorioso, cuando todo parecía sonreirle, Belerofonte montó a Pegaso y quiso llegar
al Olimpo, la morada de los dioses, pero Zeus castigó ese presuntuoso intento
enviando un tábano que picó a Pegaso por debajo de la cola, y el caballo alado dejó caer a Belerofonte sobre una
planta espinosa. Dice Robert Graves: "Pegaso completó su vuelo al Olimpo,
donde Zeus lo utiliza ahora como bestia de carga para sus rayos; y Belerofonte,
que había caído en un seto de espinos, quedó vagando por la tierra cojo, ciego,
solo y maldito, evitando siempre los caminos de los hombres, hasta que la
muerte se lo llevó."
Fuentes:
Robert
Graves: "Los mitos griegos". Editorial Gredos
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