Los
oráculos son una comunicación divina entregada en respuesta a una pregunta
hecha por un suplicante. Son una rama de la adivinación (Enciclopedia
Británica). Tenían su santuario o lugar físico, sacerdotisas (también llamadas pitonisas) o sacerdotes, y una determinado dios al que estaban consagrados, quien respondía
las preguntas. Aunque el más recordado es el
oráculo de Delfos, del Dios Apolo, hubo muchos oráculos en la antigüedad, en
Grecia y en la Magna Grecia (sur de Italia) y cada oráculo tenía interesantes
particularidades.
Robert
Graves cuenta que el primer oráculo fue el de Dodona, dedicado a Zeus. Dos
palomas partieron de Tebas, en Egipto; una se dirigió a Libia, la otra a
Dodona, en Grecia, donde se posó en un roble. Allí se localizó el oráculo. La pitonisa interpretaba las respuestas a las preguntas de los suplicantes escuchando el arrullo de las palomas, el sonido de las hojas del roble, o
también interpretando el ruido que hacían vasijas de cobre colgadas de sus
ramas.
El oráculo
de Delfos perteneció en su origen a Gea, la Madre Tierra, pero con
posterioridad pasó a los dominios de Apolo, por robo o regalo. La pitonisa tenía más
de cincuenta años. Vivía separada de su marida y vestía como una soltera
(Enciclopedia Británica). El oráculo se celebraba sólo el día 7, en conmemoración de la fecha de
nacimiento de Apolo. Robert Graves dice que la pitonisa se sentaba en un
trípode e "inhalaba los vapores de la profecía". Tal vez inhalara
vapores de algún sahumerio. Se dice también que durante los tres meses de
invierno el oráculo no funcionaba porque Apolo visitaba ciertas regiones del
norte, pero con posterioridad el dios Dionisio lo reemplazaba esos meses (Enciclopedia Británica).
En Beocia quienes daban los oráculos eran hombres (sacerdotes), y lo hacían después de examinar las
entrañas de un animal sacrificado.
En Claro,
el sacerdote daba el oráculo después de haber bebido agua de un pozo secreto y
lo daba en versos.
En Telmesa
el sacerdote o la sacerdotisa interpretaba los sueños del peticionante.
En Patras, la
sacerdotisa de Deméter daba el oráculo a los enfermos después de introducir un
espejo atado por medio de una cuerda dentro de un pozo.
En Faras, a
cambio de una moneda de cobre los
enfermos recibían el oráculo mediante las palabras (casuales) que escuchaban al
salir de la plaza del mercado.
En Egeira,
Gea tenía un oráculo donde la pitonisa bebía sangre de toro, lo que según
"Los mitos griegos" de Robert Graves, es un veneno mortal para
cualquier otro ser humano.
En Bura
hubo un oráculo dedicado a Heracles, donde la respuesta se obtenía lanzando
cuatro dados.
En los
oráculos de Asclepio, que había tenido conocimientos médicos y en vida había llegado incluso a resucitar muertos, los enfermos recibían la
respuesta sobre la curación de su enfermedad en sueños después de haber
realizado un ayuno.
Finalmente
Graves escribe sobre el oráculo de Trofonio, el más interesante para mí. Trofonio
fue un arquitecto autor de famosas obras, entre ellas están la casa del padre de Heracles y el tesoro del rey Augías. También un templo de Apolo. Según
una versión, después de haber concluido ese último trabajo un oráculo le dijo que gozara de todos los placeres por seis días, que al séptimo recibiría lo
que su corazón realmente anhelaba. Y ese último día él y su hermano, que lo había ayudado con
el templo, fueron encontrados muertos, "ya que la muerte es la mejor recompensa que la divinidad puede dar al hombre." (Pierre Grimal). Para recompensar aún más a Trofonio, Apolo estableció el oráculo de Trofonio. El peticionante de este oráculo
primero debía purificarse, para lo cual debía alojarse en un edificio especial
por varios días. En ese período debía bañarse en el río Hércina, realizar
sacrificios a Trofonio, alimentarse de carne sagrada, de carneros sacrificados al
espectro de Agamedes, hermano de Trofonio. Una vez purificado, dos muchachos de trece
años lo bañaban en el río y lo ungían. Debía beber dos clases de agua; una para
olvidar su pasado, y la otra para recordar todo lo que vería y escucharía en el
santuario del oráculo. Luego era cubierto con vendas, calzaba unas botas y
vestía una túnica de lino. A continuación entraba en una cavidad como un horno
de panadero gigante. Allí descendía por una escalera y metía los pies en un
estrecho agujero sosteniendo en cada mano una torta de cebada mezclada con
miel. Unas manos que él no veía lo arrastraban a través del agujero tomado por los
tobillos. Entonces recibía un fuerte golpe en la cabeza, que parecía que lo
mataría, y alguien que él no veía le hablaba. Esa voz contestaba su pregunta y
le revelaba además muchos otros secretos y cuestiones misteriosas. El peticionante entonces se desmayaba
y era arrastrado por los pies, ya sin las tortas, hasta el fondo de la cavidad,
donde se hallaba la Silla de la Memoria. Sentado allí, una vez que recuperaba el
conocimiento se le preguntaba qué había escuchado. A continuación, todavía mareado, se lo
llevaba al edificio donde había sido purificado para que se recuperara y
recobrara la capacidad de reír. El alma de Trofonio contestaba esas preguntas y
revelaba esos secretos a cambio de las tortas de cebada con miel.
Fuentes:
Robert Graves, "Los mitos griegos".
Pierre Grimal, "Diccionario de mitología griega y romana".
Robert Graves, "Los mitos griegos".
Pierre Grimal, "Diccionario de mitología griega y romana".
No hay comentarios:
Publicar un comentario