Guarda griega

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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Orestes y la imagen de Ártemis: el sacrificio de los niños





Para vengar la muerte de Agamenón, caudillo de los griegos en la guerra de Troya, asesinado el día de su regreso a su casa de la guerra por su mujer, Clitemnestra, y por el amante de ella, Egisto, y para cumplir la voluntad de los dioses, Orestes los mató a ambos. Orestes era hijo de Agamenón y de Clitemnestra, o sea que al matarla cometió matricidio. Las Erinias o Furias eran seres mitológicos que condenaban los crímenes de los hijos contra los padres (1) y acosaron a Orestes continuamente después del asesinato. No lo dejaban tranquilo, y por momentos lo enloquecían llevándolo a Orestes a desear el suicidio. Para aplacarlas, la pitonisa del oráculo de Delfos le ordenó a Orestes que fuera a Táuride, cuyo rey era Toante, y robase una antigua imagen de la diosa Ártemis, hecha en madera, y la llevase a Atenas o a Argólide. 

Los taurios eran un pueblo que realizaba sacrificios humanos y la imagen de Ártemis presidía algunos de esos sacrificios. Orestes embarcó rumbo a ese lugar acompañado por su amigo Pílades.

Ifigenia era hija de Agamenón y Clitemnestra, hermana de Orestes. Había sido sacrificada en el puerto de Áulide porque la flota griega, carente de vientos, no podía zarpar rumbo a Troya; un oráculo había predicho que para que soplaran los vientos ella debía ser sacrificada. El sacrificio se celebró y los vientos soplaron, pero a último momento la salvó Ártemis rodeándola con un manto de nubes, y la llevó a Táuride, donde la nombró sacerdotisa del templo y le otorgó derechos exclusivos sobre su imagen. Ifigenia aborrecía los sacrificios humanos pero respetaba la voluntad de Ártemis.
Orestes y Pílades creían que Ifigenia había sido sacrificada en Áulide, viajaron a Táuride en una nave con cincuenta remeros. Al llegar se escondieron en una cueva marina. Los encontraron unos pastores, que primero los creyeron una pareja de inmortales, pero luego, desengañados, se los llevaron al rey Toante, quien los envió al templo de Ártemis para ser sacrificados.

En el templo Ifigenia y Orestes se reconocieron como hermanos, se alegraron mucho de reencontrarse, Orestes le contó el propósito de su viaje, e Ifigenia lo ayudó. Cuando transportaban la imagen de Ártemis, llegó Toante. Ifigenia le dijo astutamente que había demorado el sacrificio de los extranjeros porque Orestes era un matricida y Pílades lo había ayudado a cometer ese terrible crimen, que los debía purificar junto con la imagen en la orilla del mar, donde debía realizar un sacrificio de corderos. Toánte debía quedarse en el templo, para purificarlo con una antorcha, en tanto que el resto del pueblo debía permanecer en sus casas para no contaminarse con la infamia. Toánte lo creyó. Así Ifigenia, Orestes y Pílades fueron hasta el mar donde, después de un combate con los sacerdotes que los habían seguido, en el que participaron los remeros, embarcaron. Después de otra serie de aventuras en la isla de Esmintos, donde mataron a Toánte, que los había perseguido, llegaron a Micenas, donde las Erinias dejaron por fin de perseguir a Orestes.

Pero los espartanos sostienen que Orestes viajó con la imagen a Esparta donde se convirtió en rey. Allí la escondió en un bosque de sauces. Durante siglos nadie supo dónde se encoentraba la imagen hasta que dos príncipes de la casa real entraron en el bosque y dieron con ella. Al ver lo horrible que era enloquecieron. 

La llevaron a Esparta y la imagen provocó peleas entre los devotos de Ártemis. Muchos murieron a causa de esas reyertas, y otros más poco después, debido a una peste. Un oráculo aconsejó aplacar la imagen empapando el suelo del altar de Ártemis con sangre humana. Entonces los espartanos decidieron elegir mediante un procedimiento de azar la víctima de un sacrificio que se celebraría anualmente. Ese ritual se repitió durante años hasta que el rey Licurgo lo prohibió por estar en contra de los sacrificios humanos. En su lugar ordenó que azotasen a unos niños en el altar de Ártemis hasta que sus cuerpos exudaran  olor a sangre.  Los niños espartanos competían entre ellos para recibir los azotes. La sacerdotisa, durante el castigo, sostenía la imagen de madera, que aunque pequeña y liviana, debido a los sacrificios que le  habían ofrecido en Táuride había adquirido tal deseo de sangre humana que cuando los azotes que se aplican a los niños no eran lo suficientemente fuertes y severos, debido a tratarse de niños de familias nobles o por ser niños muy bellos, ganaba peso y la sacerdotisa, que ahora apenas podía sostenerla gritaba a los que aplicaban el castigo, que golpeasen a los niños más fuerte porque no podía soportar el peso de la imagen de Ártemis. 




(1) Es interesante el sesgo de las Erinias. Podían castigar un matricidio, como en este caso, con gran ferocidad, pero no castigaban la infinidad de casos de madres y padres que abandonaban a sus hijos recién nacidos en algún monte o lugar desolado, para que muriesen, porque una profecía les había advertido en contra de ellos u otros motivos. Reflexión del responsable del blog.

Fuente: de Robert Graves  "Los mitos griegos".


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