Guarda griega

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domingo, 31 de mayo de 2015

La concepción de Apolo, Dionisio, Heracles y la concepción de Jesucristo

La inmaculada concepción de Cristo, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, puede compararse con la concepción de algunos dioses griegos nacidos de mujeres mortales, como es el caso de Apolo o de Dionisio, o el caso de un mortal que después de la apoteosis se convierte en Dios Olímpico, como pasa con Heracles (Hércules para los romanos).

En los casos de Apolo y Dionisio, Zeus copuló con sus madres, Leto y Sémele respectivamente. Ninguna de las dos tenía en esos momentos marido mortal. De esa relación entre un ser humano y un dios, nacieron dioses.

En el caso de Heracles, cuando su madre, Alcmena, copuló con Zeus, estaba casada con Anfitrión, y
la misma noche que Alcmena se apareó con Zeus, también se apareó con su marido. Así nacieron dos mellizos, uno divino, Heracles, y uno humano, Ificles.


Otro tanto pasó con Leda, esposa de Tindáreo, rey de Lacedemonia. La misma noche que Zeus se apareó con ella, también lo hizo su marido. De esas uniones nacieron Helena y Pólux, de origen divino, y Clitemnestra y Castor, engendrados con su marido.


Zeus se apareó con muchas mujeres mortales bajo distintas formas de animales y demás. Entre ellas se pueden recordar: como cisne con Leda, madre de Helena y de Pólux. Como toro con Io, madre de Épafo. Como lluvia de oro con Dánae, madre de Perseo. Tomando el aspecto de Anfitrión, marido de Alcmena, con Alcmena, madre de Heracles.

La Virgen María concibe a Jesucristo, dios cristiano, para usar las palabras utilizadas por el propio cristianismo, por obra y gracia del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo, representado como una paloma por el cristianismo, es una de las tres personas que componen la Santísima Trinidad, o la Trinidad a secas. Por lo tanto María concibe a Cristo por obra de Dios. La analogía con la concepción de los hijos de Zeus y de las formas que adopta Zeus para aparearse con sus consortes es evidente.

El cristianismo le asigna a la copulación una naturaleza pecaminosa y por eso mismo llega incluso a negar que María alguna vez pudiese haber copulado con su marido, José, y tuviera otros hijos, hermanos de Jesús. Pero esas afirmaciones, que sí se alejan de las narraciones griegas, son ajenas al Nuevo Testamento.

Si bien es verdad que los dioses griegos sienten deseos carnales, gozan cuando copulan, incluso muchas veces violan a las mujeres mortales que persiguen, en tanto que el dios trinitario fecunda a María sólo como un acto que obedece a un designio propio, libre de la búsqueda del placer, y eso está en las Escrituras.

      Guarda: El obelisco de Heliópolis

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