Guarda griega

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viernes, 8 de mayo de 2015

Acteón, nieto de Cadmo, sorprende desnuda a Artemis y es castigado



"Acteón, el nieto de Cadmo, fundador de la ciudad de Tebas, caza con sus compañeros. Ya han matado varias animales. Tiene fieros y veloces perros que lo ayudan en la tarea, persiguiendo y acosando a las presas. Pero ya hace mucho calor. El sol está en el centro del cielo y decide dejar la cacería para la fresca alba del día siguiente. Están cera de un valle poblado por un bosque consagrado a Artemis, diosa virgen, hija de Zeus y Leto, hermana de Apolo. Cerca de allí hay una gruta y un curso de agua limpia. Artemis, que también estuvo cazando, acude a ese refugio en busca también de descanso. La asiste su cortejo de ninfas. Les entrega sus armas. Las ninfas la desnudan, la descalzan, recogen su cabello. Llevan agua en grandes vasijas. Mientras la diosa se está bañando entra a la gruta inesperadamente Acteón, que no sabe que allí adentro hay alguien. Inmediatamente las ninfas tratan de ocultar a Artemis con sus cuerpos, pero ella es demasiado alta. La diosa se sonroja. Se coloca de costado. Entonces recoge agua con las manos y la arroja al rostro y el pelo del hombre que la ve desnuda. Le dice: "Puedes ir a contar que me has visto desnuda, si es que eres capaz. Tienes mi permiso". Y al decir esto a Acteón le salen cuernos, se le prolonga el cuello, se le afinan las orejas, las manos se transforman en pies, sus brazos en largas patas. Además su cuerpo es cubierto por una piel con manchas. Para completar el cambio ahora Acteón siente miedo. Corre por el bosque entonces el nieto de Cadmo. Se sorprende de la velocidad que alcanza en su carrera. En un espejo de agua contempla su rostro, que no es el de siempre, coronado ahora por cuernos. Quiere decir palabras pero sólo le brotan gemidos. Las lagrimas le mojan los ojos. La transformación lo trastoca todo salvo su inteligencia, que se mantiene intacta. No sabe qué hacer, si volver al palacio o permanecer en el bosque. La vergüenza lo frena para lo primero y el miedo para lo otro. Esa indecisión lo inmovilizan. Entonces su jauría de perros lo ve. Lo persiguen. El conoce a cada uno de ellos. Aquel curó de una herida de jabalí. Aquella participa de la cacería con sus cachorros. Reconoce al infatigable en la carrera. Al más valiente y feroz. Metamorfoseado Acteón huye. Les grita quien es, pero las palabras no brotan de su boca y los perros no lo reconocen. Melanquetes es el primero que lo hiere. Lastima su lomo. Luego lo muerde Terodamantes. Oresítrofo lo retiene clavando sus dientes en su hombro. Entonces lo alcanza el resto de la jauría que  muerde, desgarra. Ovidio cuenta que ya no queda parte sana en la anatomía del pobre animal. Acteón gime y llora. Emite sonidos que no son humanos, pero que no podría emitir ningún animal. Parece suplicar "ya basta". Pero sus compañeros, que no saben que el ciervo en realidad es el nieto del gran Cadmo, su amigo y camarada, lo llaman, porque desde que entró en la gruta escondida entre los árboles nadie lo ha visto, "¡Acteón! ¡Acteón!" dicen, y mientras tanto azuzan a la jauría que continúa hasta el final con su tarea destructiva y cruel.
Dicen que hasta que la vida de Acteón no se extinguió, la hermana de Apolo, la hermosa y casta Artemis, no sació su ira."

Transcripción libre del correspondiente pasaje

de "Metamorfosis", de Ovidio.

Cuenta Pierre Grimal que luego los perros estuvieron buscando en vano a Acteón, y que llenaban el bosque con sus lastimeros gemidos reclamando a su amo. Durante esa inútil búsqueda llegaron a la cueva donde vivía el centauro Quirón, que compadecido de su tristeza modeló una estatua con la imagen humana de Acteón.

Fuentes:
"Metamorfosis", de Ovidio.
"Diccionario de Mitología Griega y Romana", de Pierre Grimal


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