Guarda griega

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martes, 25 de febrero de 2014

La diosa Deméter y el castigo de Erisictón

Según Robert Graves, Deméter, la diosa de la fecundidad de la tierra o de la tierra cultivada, y entre todos los cultivos especialmente del trigo, no era proclive a los castigos ni a las venganzas. Era un ser amable, pero esa norma general tuvo alguna excepción.

El pueblo de los pelasgos (pueblos anteriores a la llegada de los helenos a Grecia) había plantado en Dotio un bosque en honor a Deméter, y cuando el bosque ya había crecido, una vez llegó Erisictón con veinte criados y se pusieron a talar árboles sagrados. Querían la madera para hacer una sala de banquetes. Deméter se les acercó disfrazada de Nícipe, sacerdotisa del bosque, y le explicó amablemente a Erisictón la naturaleza de ese bosque pidiéndole que por favor dejaran de talarlo. Pero Erisictón la amenazó con el hacha. Entonces Deméter furiosa hasta lo indescriptible le recomendó que continuara talando árboles, porque necesitaría realmente una sala de banquetes. Y efectivamente, Erisictón a partir de ese momento no paraba de comer. Comía sin medida y sin descanso, y por más que comiera la comida no saciaba su hambre. Además con la comida adelgazaba. Así se comió todo su ganado, sus caballos, sus mulas. Finalmente se comió el gato. Cuando no le quedó más nada, cuando su hacienda quedó reducida a cero debido a su apetito insaciable, debió mendigar por las calles y comer de la basura.

Según cuenta Robin Hard llegó a vender a su hija Mestra como esclava para conseguir dinero para comer. Mestra era o había sido amante de Poseidón y el dios la transformaba en un ser distinto cada vez que ella se lo pedía. Así, la primera vez que Erisictón la vendió, Mestra se escapó de su dueño convertida en pescador, y las siguientes veces que fue vendida, escapó transformada en distintos animales.

Fuentes:
Robin Hard, El gran libro de la mitología griega

Robert Graves, Los mitos griegos




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