En "Metamofrosis", Ovidio cuenta que en Cumas, Eneas entra en la cueva de la sibila y le pide que le permita llegar al Averno para visitar el espectro de su padre.
La sibila era una mujer que en estado de trance pronunciaba profecías inspiradas por un dios. Era una pitonisa que dictaba oráculos a los peticionantes. Cumas era una localidad próxima al Golfo de Nápoles; actualmente es un sitio arqueológico.
Cuando después de cumplida la visita, la sibilia guió a Eneas fuera del Averno, este le agradeció el servicio prestado. Le dijo que no sabía si ella era una diosa o una favorecida por los dioses, sin embargo para él siempre sería una divinidad, y cuando saliese al mundo de los mortales fundaría un templo y le ofrecería los honores del incienso.
Entonces la Sibila, con un tono seguramente de amargura y desconsuelo, le contó su historia. Le dijo que ella no era una diosa ni tampoco merecía los honores del incienso. Era sólo una mujer que en un tiempo había sido hermosa. Tanto que Apolo al verla se había enamorado de ella. Para tratar de seducirla y ganar sus favores, el dios le pidió que ella le dijera qué deseaba, que él se lo concedería. Entonces la sibila tomó un puñado de tierra del suelo y le pidió que le diera una vida que durara tantos años como granos de polvo tenía en su mano. Después de decir esto la sibila se dio cuenta que no había pedido también juventud eterna, y como no consintió en acostarse con el dios, sin retirarle el don que ya le había otorgado, el desairado dios no le otorgó adicionalmente aquello que ella no había pedido y que entraba así en una gracia que podía otorgarle discrecionalmente. Así ella fue enveneciendo más allá de lo normal y lo razonable debido al regalo del dios, un verdadero presente griego. Haciéndose cada vez más pequeña y menuda. Cuando Eneas se cruzó con ella en Cumas, la sibila, según Ovidio, ya tenía siete siglos de edad y le dijo a Eneas que aún le quedaban trescientos años por vivir, porque ese era el número de granos de polvo del puñado de tierra que había recogido. Le dijo a Eneas que si seguía viviendo todo ese tiempo que aún le quedaba ya no parecería alguien de quien un dios una vez se había enamorado, aunque sin duda en este punto Ovidio no es del todo fidedigno, porque la belleza debería haberse ya retirado de su cuerpo hace mucho tiempo trás setecientos cumpleaños.
Cuenta Petronio en su Satiricón, por boca del personaje Trimalción, que la sibila continuó achicándose hasta que finalmente la colocaron dentro de una botella, que colgaron en Cumas. Los niños jugaban con ella y cuando le preguntaban cuál era su deseo, como una vez le había preguntado Apolo, a diferencia de la respuesta que había dado entonces ahora la sibila decía:
"Quiero morir."
Fuentes:
Ovidio: Metamorfosis
Robin Hard: El gran libro de la mitología griega
Petronio: Satiricón
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