El
"Diccionario de Mitología Griega y Romana" de Pierre Grimal (Paidós) dice
que uno de los personajes con ese nombre era una muchacha de Libia, hija de
Belo y Libia. Zeus había sido su amante, pero cada vez que Lamia tenía un hijo, Hera,
la esposa de Zeus, por celos los hacía morir. Finalmente Lamia fue a
esconderse en una cueva solitaria, y debido a la desesperación se transformó en
un monstruo que envidiaba a las madres con más suerte que ella, cuyos hijos
robaba y comía. Hera, implacable en sus celos, incluso la había privado del
sueño, y Zeus, compadecido, le otorgó la facultad de quitarse los ojos para
colocárselos luego según quisiera. Grimal dice que en ciertos momentos,
principalmente cuando Lamia había bebido mucho vino, dormía colocando sus ojos
a un lado, dentro de una vasija. En esos momentos era inofensiva, pero en otras
ocasiones vagaba día y noche sin dormir, buscando niños para comérselos.
Robert
Graves en "Los mitos griegos" (Alianza Editorial) cuenta que tiempo
después de estas desventuras Lamia se sumó a unas criaturas llamadas Empusas, que yacían con
jóvenes, y mientras estos dormían les chupaban la sangre. Pierre Grimal también
menciona a esa especie de vampiro femenino, al que llama Lamia, pero
supone que era un género de criatura diferente y sin conexión con la amante de Zeus, devoradora de niños.
Ilustración: "Lamia", de Omar Caíno
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